Tuesday, January 05, 2010

Antípoda

Si et poses a excavar un túnel molt molt profund,




quan has travessat tot el món i surts a les antípodes, surts de cap per avall, m'imagino...




En quin moment comences a tenir la sensació que estàs al revés?



Tuesday, October 20, 2009

Merry-go-round (re-edit)

Un martes, de madrugada, me encontraba tumbado en mi cama, sudando, sin poder dormir y considerando la posibilidad de embarcarme en alguna actividad relajante, como por ejemplo llamar mi amigo Filipo. No es que el hecho de llamar a Filipo fuera relajante per se, sobre todo porque era mudo y no ofrecía ninguna posibilidad de "feedback" en una conversación telefónica. Pero Filipo tenía, además de un magnífico sentido del humor, un triciclo motorizado, y a veces salíamos por la noche; él conducía y yo, desde atrás, con mi bate de béisbol, destrozaba los buzones de todo el vecindario. Aquello me relajaba y me daba sueño.
Pero entonces recordé que Filipo se había marchado tres días a Malta a un congreso (me parece que era de columbofília, ahora no me acuerdo bien), así que esa noche tendría que distraerme sin él.
Traté de salir de casa sin hacer ruido parar no despertar a nadie. Salí de mi habitación de puntillas, bajé la escalera de madera con mucho cuidado para evitar que los escalones crujieran, crucé la cocina sin despertar al gato, que seguro que se habría puesto a berrear, y me encaminé sigilosamente hacia el vestíbulo. Desgraciadamente, antes de salir tropecé con una montaña de cazuelas viejas que alguien había dejado delante de la puerta, supongo que para llevarlas a reciclar. Acabé de salir corriendo.
Andando por las calles desiertas me dí cuenta de que había una intensa niebla, cosa extraña en aquella época del año. Hacía calor, y el ambiente era húmedo y pegajoso. Deambulé durante un buen rato, sumido en mis reflexiones. Era un alma solitaria, vagando por unas calles que me parecían todas iguales. Las casas, en su mayoría de madera pintada de blanco, se alineaban formando infinitos renglones de confort en un ambiente tranquilo, y exhibían sin pudor verjas inmaculadas, fuentes de piedra y enanos de jardín. Llegado a un punto me senté a tomar un refrigerio (que había cogido antes de salir). Hubo un momento en el que, con la boca llena, me acordé de uno de los chistes de Filipo, y me puse a reír tan fuerte que me salió toda la leche por la nariz. Y fue muy raro, porque estaba bebiendo limonada...
Cuando llevaba lo que me pareció una hora fuera de casa, lo encontré. Estaba allí, en un solar algo apartado, imponente, antiguo, coloreado, alegre pero siniestro. Era uno de aquellos antiguos tiovivos de feria, con sus caballos, sus carruajes, sus luces y espejos y su música de organillo barato.
Me acerqué. Al lado había una pequeña y vieja cabina de madera, dónde supuse que vendían los billetes. Al asomar la cabeza, vi a un hombre dentro, que dormitaba. Era un personaje con un aspecto desaliñado; su ropa parecía buena, de terciopelo granate, pero estaba hecha jirones en algunas partes. Lucía un sombrero de copa y barba de cuatro días y, sobre todo, estaba muy gordo. Extremadamente gordo. De hecho, era imposible que aquél hombre entrara por la puerta de la cabina con semejante barriga y tan mayúsculo trasero. Lo cual me hizo pensar. Mil preguntas invadieron mi mente. ¿Cómo había entrado allí? ¿Se había metido cuando todavía estaba delgado y había engordado tanto allí dentro que no había podido salir nunca más? ¿Cuánto tiempo llevaba encerrado? ¿Cómo es que yo no tenía ninguna noticia de la existencia del carrusel? ¿Desde cuándo estaba plantado en aquel solar? ¿Me había acordado de programar el vídeo para grabar el festival de Eurovisión?
Al verme, el hombre se despertó de repente, y mostrándome una sonrisa llena de dientes medio podridos y negros, me preguntó si deseaba un viaje en el tiovivo. Yo, que todavía estaba desvelado, le dije que sí. Le di una moneda, y a cambio me ex-tendió un papelito de color amarillo pálido con un dibujo aproximado del propio tiovivo, y al lado un hombre que acabé deduciendo que era él mismo de joven. Al habérmelo dado, dijo "Buen viaje!" Y se puso a reír; primero bajito, pero cada vez más fuerte. No paraba de reírse. Cada vez se asemejaba más a aquello que entendemos por "risa maligna". Yo lo miraba, mientras él se descojonaba ante mí sin cesar. Decidí que estaba listo para empezar mi viaje. Anduve hasta el tiovivo, y me monté encima de un caballo negro que me pareció muy elegante. Mientras hacía todo esto, el hombre de la cabina todavía se reía histéricamente. Pensé que era un hombre muy risueño. Al punto, el carrusel se puso en marcha. Empezó muy lento, a la vez que sonaba la música, y mi caballo empezó a moverse; primero hacia arriba, después hacia abajo. Hacía años que no me subía a uno de esos tiovivos (a los once años había decidido que ya era mayor y no quería montarme nunca más a una de estas atracciones de niño pequeño), pero estaba disfrutando de verdad. Daba vueltas y vueltas, y sonreía porque me lo estaba pasando bien. Al cabo de un rato, noté como el ritmo empezaba a acelerar. Las vueltas cada vez eran más rápidas. "Vaya", pensé, "un tiovivo para gente atrevida, ¿eh?". El aumento progresivo continuaba. Cuando debía de llevar dos minutos girando en círculos, la velocidad no era para tomársela a risa, y dudo que un niño pequeño la hubiera podida aguantar. Me pregunté hasta cuando continuaría aumentando, porque empezaba a ser antinatural. Quizás se había estropeado. Entonces me di cuenta: la cabina del hombre gordo se elevó un poco, y de debajo salieron unas piernas (sus piernas). En un momento, se giró y se marchó a grandes zancadas. El hombre, que todavía estaba riéndose como un loco, se alejó, con su cabina incorporada, corriendo a una velocidad prodigiosa, teniendo en cuenta su en-vergadura. Me quedé solo, girando cada vez más rápido, y empezando a temer por mi vida. Aquello empezaba a ser muy peligroso. Me agarraba fuertemente con las manos y los muslos a mi caballo, para evitar que la fuerza centrífuga me hiciera salir disparado unos cuantos metros y me partiera el cuello. Ya no veía nada con claridad, las luces que llegaban desde el vecindario se transformaban en unas líneas continuas de luz brillante, todos los colores se mezclaban en mi cabeza, y los ojos me lloraban por culpa del aire. La música también había ido acelerando y subiendo de tonalidad, y ahora ya no parecía música, sólo un chirrido fuerte y agudo que seguía aumentando su ritmo. Tenía miedo de que las manos, sudadas, me resbalaran, y empezaba a estar muy mareado. El carrusel iba a una velocidad impresionante, tenía la sensación de que en un segundo pasaba seis o siete veces por el mismo punto de la circunferencia. Yo gritaba como un histérico, pero parecía que nadie me oía. Llegó un momento en el que ya perdí totalmente el control de mis esfínteres (lo cual fue muy incómodo), y mis piernas estaban tan cansadas de que dejaron de hacer presión. Al momento, mi cuerpo se elevó, y si no hubiera sido por las manos, que seguían bien agarradas al poste de hierro (siempre he tenido unas manos fuertes), habría salido proyectado algunos centenares de metros, estoy seguro. Con el tiovivo girando a aquella velocidad endemoniada, todo mi cuerpo volaba por los aires, como la cola de una cometa. Los zapatos se me escaparon, y los pantalones se me bajaron, quedando a la altura de los tobillos. Llegó un momento en el que ya ni las manos resistieron una fuerza tan brutal, y me resbalaron del palo de metal pulido, con un sonido de "wink!", y salí volando por los aires dando vueltas. De algún modo, yo pensaba que debían de faltar pocos segundos para que impactara contra el suelo y me quedara hecho papilla. "Qué muerte tan extraña". Cerré los ojos y esperé el final, pero parecía que éste no llegaba. Cuando ya debía de llevar unos quince segundos volando, decidí abrirlos, solo para indagar sobre el motivo de un vuelo tan largo. Lo que vi me maravilló. Estaba viajando por una especie de túnel lleno de luces (todo muy psicodélico), y no había ni rastro de mi vecindario, ni de nada que me resultara familiar. Llegué a la conclusión de que estaba viajando en el tiempo. Sobre todo después de que en las paredes del túnel apareciesen numerosos relojes muy grandes, deformados, y con las agujas yendo hacia atrás y muy rápido. "Que tópico", pensé. Tras unos minutos de viaje por el túnel, de pronto se oyó un estallido muy fuerte, todo se tornó negro y, al fin, volví a sentir el efecto de la gravedad sobre mi cuerpo.
En un abrir y cerrar de ojos, me precipité contra el suelo, con un golpe terrible, y causando un estrépito monumental. Me quedé unos instantes atontado, buceando en una nube de polvo e intentando darme cuenta de mi situación. Enseguida me extrañó, no obstante, no haberme hecho más daño. Al fin y al cabo acababa de darme un batacazo inter-dimensional, algo a lo que no estoy acostumbrado. Ya un poco recuperado, miré debajo de mí, y comprendí que había aterrizado sobre el cuerpo de un hombre. Me levanté enseguida, y al mirarlo lo reconocí al instante. Uniforme mili-tar, mano sobre el estómago y cierto parecido con un sapo. Había caído como un fardo sobre Napoleón Bonaparte. El tipo no tenía muy buen aspecto. Estaba tendido en una postura antinatural y ridícula. Le comprobé el pulso, y no noté nada. "Acabo de matar a Napoleón. Mierda", pensé. Estaba seguro de que aquello me comportaría represalias. Corrí, nervioso y todavía con los pantalones por los tobillos, por la habi-tación, buscando una manera de disimular aquel desastre. Se notaba que el señor Bonaparte era pulcro y ordenado, pues mi estelar aterrizaje era lo único que había alterado una organización milimétrica de todo lo que había en aquel espacio. Mi vista se desvió hacia el escritorio, encima del cual había unos papeles. Según pude com-probar, eran sus memorias. Las memorias del emperador. Un tremendo ataque de curiosidad me invadió, y, temblando de emoción, tomé la primera página. En el enca-bezamiento, había escrito: "Sainte Helène, 5 mai 1821. Demain on attend la gloire de..." Un ruido que venía del piso de arriba me sobresaltó. Era necesario disimular el accidente, y rápido. Rebuscando por el aposento, me di cuenta de que en un cajón de la cómoda había un pequeño tarro con arsénico, junto con dos cabezas verdes de adormidera y algunos supositorios de estramonio. Pensé que a Bonaparte le iban las emociones fuertes. Cogí el arsénico y esparcí un poco por el pelo y la boca del recién chafado. Después me lavé las manos con el agua de un jarrón que había sobre la mesa (no quería envenenarme) y di una última ojeada a lo que aquel señor había estado escribiendo justo antes de que yo llegara desde el futuro con los pantalones bajados y lo aplastara, causándole la muerte. Lo que vi me impresionó sobremanera: por lo que parecía, Napoleón no estaba ni mucho menos acabado. Su recogimiento en lo más remoto del Atlántico Sur era, cuanto menos, un voluntario (y merecido) periodo vacacional. Bonaparte tenía numerosísimos ejércitos repartidos por todos los países del mundo, que, a la señal del ex-emperador (y sólo a su señal), tomarían todos los gobiernos del planeta por la fuerza, convirtiendo todos los estados en provincias del imperio francés. Esta señal debía ser dada el día 6 de mayo del 1821. Eufórico, y a la vez nervioso, cogí la pluma y caligrafié, intentando imitar su letra: "Au revoire: France, l’armée, Josephine".
Subiéndome los pantalones y vigilando que nadie me viera, salí de la habitación por la ventana y empecé a correr por los prados de Santa Helena, pensando que había salvado a toda la humanidad, sin que ellos lo supieran, de pasarse la vida comiendo sólo baguettes, haciendo pasos de ballet y "je t’aime, moi non plus".

Monday, February 16, 2009

250 pastillas diarias para llegar vivo al 2029

[Extret de www.neoteo.com]



Raymond Kurzweil (Ray para los amigos) no es un personaje en busca de fama, que realiza declaraciones extravagantes en el programa de TV de moda para obtener 5 minutos de reconocimiento público. Kurzweil en realidad es un genio. Es un músico, empresario, inventor, escritor y científico informático, que se ha especializado en los sistemas de Inteligencia Artificial. Ha escrito varios libros, en los que analiza cuidadosamente la forma en que la tecnología puede cambiar nuestro futuro. Además, es el autor de la teoría de la “singularidad tecnológica”, donde afirma que dentro de pocos años la inteligencia artificial superará a la humana.

Justamente, la intención de Ray es llegar vivito y coleando como mínimo al año 2029, ya que más o menos para esa fecha estima que podría trasvasar su mente a un ordenador mucho más “inteligente” (y duradero) para de esa manera vivir para siempre. Kurzweil sostiene que la tecnología médica no será capaz de evitar que su cuerpo muera, pero cree que tiene una buena oportunidad de asegurar la inmortalidad mediante este proceso.

El resultado seria un ordenador que pensaría como Ray, y además, creería que lo es. Pero el Raymond “original” estaría muerto. Esto plantea un interesante dilema, ya que es una forma bastante extraña (aunque por ahora la única viable) de obtener la inmortalidad: el verdadero “yo” muere mientras el mundo sigue interactuando con un duplicado perfecto, que al tener todos los recuerdos y experiencias del original, esta convencido de ser el verdadero. De alguna manera, se trata de una “inmortalidad aparente”, ya que hay que morir para obtenerla. Esto resulta, como mínimo, paradójico.

Este hecho seguramente no ha pasado desapercibido para Ray, que a pesar de ello sigue con su plan. Esta “hoja de ruta” incluye una dieta diseñada con toda precisión y la ingesta de 250 comprimidos (casi todas vitaminas) cada día. A los 60 años Kurzweil mantiene una vida completamente activa como presidente de la empresa informática Kurzweil Technologies. Sus productos incluyen dispositivos electrónicos para efectuar conversaciones entre máquinas y humanos destinados a los discapacitados.

Kurzweil tiene una de las mentes más poderosas de la actualidad, y lo será mucho más si su experimento de resultado, ya que podría erguir aprendiendo durante miles de años mientras “vive” dentro del ordenador. Ray ha sido toda la vida un científico totalmente práctico, y es el creador (en la década del 1970) del primer sistema OCR (Optical Character Recognition) capaz de reconocer todo tipo de fuentes escritas; del KRM (Máquina Lectora Kurzweil) que transforma un archivo de texto en discurso hablado (como ayuda para ciegos) y del sintetizador K250 utilizado por Stevie Wonder, que tiene todos los instrumentos de una orquesta.

Además de decenas de premios otorgados por instituciones de todo el mundo, ha sido galardonado con nada mas ni nada menos que ocho doctorados honoris causa, y es el autor de (entre otros) los libros “La Era de las Máquinas Espirituales” y “La Singularidad está cerca”

Friday, December 26, 2008

A Tres Bandes

26 de desembre del 2008. Dia de Sant Esteve. Com cada any, i des de ja en fa 15, per TV3 apareixen els simpàtics amics del Nadal a 3 Bandes. Aquest any, el gran mestre Parera ha anunciat que farà la carambola més espectacular de la seva carrera. Ja de natural és un home entusiasta, però en aquesta ocasió se li nota una emoció especial als ulls. Els directius de TV3 se'l creuen i confien en ell, i ja des del novembre han estat passant -fet inaudit- unes costoses peces d'autopromoció en els moments de Prime Time. Catalunya en pes ha estat alimentant una gran il·lusió, mesclada amb un xic d'intriga, per saber quin serà aquesta gran fita de la història del billar català.

Comença el programa. Com sempre, el show compta amb un invitat estranger, que competeix cordialment amb el mestre Parera i en Dani Sánchez. Aquest any es tracta del jugador iranià de billar Mustafa Semen. A propòsit d'això, i sabent que el cognom del billarista sol provocar hilaritat en el públic, Josep Maria Farràs evita pronunciar-lo gaires vegades, i es limita a anomenar-lo "l'amic Mustafa".

Les caramboles es van succeïnt, rodejades d'aquest aire festiu i màgic que sempre inspira el programa. Josep Maria Farràs exclama amb entusiasme els seus "BRUTAAAAAAL", i "IMPRESSIONAAAAANT". Res no fa pensar que el Nadal a 3 bandes d'aquest any hagi de ser especial. Res, excepte el detall que, periòdicament, el mestre Parera recorda la seva gran promesa. Cap a la meitat del programa desvetlla que el nom de la gesta que durà a terme té per nom "La Carambola Mil·lènium". Aquest fet li dóna un aire una mica pobre i carrincló, tenint en compte que ja fa vuit anys que hem entrat al nou mil·leni.

Un cop arribat el final del programa, comença el gran moment. Els llums baixen d'intensitat, el plató s'omple de fum gràcies a les màquines dedicades que hi ha instal·lades, i el mestre Parera surt de darrera d'una cortina. És evident que va disfressat, però costa saber de què. Porta uns pantalons -més aviat malles- daurats i brillants, una camisa vermella, una capa com de vampir antic i un barret de copa. Sona una música de misteri. Tota Catalunya està plantada davant del televisor. Els que es van perdre l'home arribant a la lluna estan consolats, perquè saben que aquest moment serà igual d'emotiu.

Sobre la taula només hi ha una bola blanca. El mestre parera demana silenci, explicant que necessita concentrar-se. S'acosta a la taula. Tot l'equip el segueix, amb precaució. Hi ha una atmosfera de tensió increïble.

El mestre Parera s'inclina, preparat per efectuar el cop. Gràcies al complex sistema de càmeres del plató, la imatge canvia d'angle sovint, oferint una molt bona visió de la situació. En un moment donat, i sense avisar, el mestre Parera colpeja la bola amb una gran velocitat i habilitat, i aquesta es dirigeix cap a una de les bandes. En menys d'un segon, el mestre s'aixeca, engrapa el tac amb força i el parteix, amb una cara de fúria que intimida, contra el cap de Josep Maria Farràs. Aquest, que ha estat agafat totalment desprevingut, deixa anar una mena de "UUGH", que se sent perfectament gràcies al micròfon que porta a la solapa, i tot seguit cau inconscient sobre la taula. La bola colpeja un parell de bandes més, abans de tocar el cos inanimat del presentador.

El públic es queda uns segons en silenci, mentre el mestre Parera es relaxa i mostra una expressió d'explícita satisfacció. Dani Sánchez es queda amb cara d'indiferència. Mustafa Semen no es pot creure el que acaba de veure, però no actua perquè no se sent gaire còmode en un lloc on ningú no parla el seu idioma.

De sobte, sota l'ordre del regidor, el públic comença a aplaudir. No hi ha ningú (conscient) per cridar "SENSACIONAAAAAL!!!", però la Mercè es passarà rient com una hiena durant els propers tretze minuts.

Monday, December 15, 2008

Thursday, November 13, 2008

Monday, October 27, 2008

Viva Obama ¡VIVA!

Sé que ja està absulotament tot dit sobre el procés electoral dels Estats Units, però més val tard que mai, així que jo també he volgut donar una mica de ressonància a la que em sembla, evidentment, la millor opció.

El sentit comú hauria de ser més que suficient per no tenir al cap un nom que no sigui el de Barack Obama, així que m'estalviaré de dir el que ja molts han dit: els ciutadans nord-americans tenen a les seves mans el dia 4 de novembre una oportunitat per donar un cop de volant al món, esperem que no la desaprofitin.

Més enllà de donar el meu suport a la candidatura, no entraré en discursos alliçonadors sobre el canvi que suposarà el govern demòcrata, així que directament poso un parell de peces dels centenars que corren per tot arreu) que m'han semblat divertides i/o encertades.

La primera, de mà d'uns vells coneguts de tothom. Aquí els recordem:



Vuit anys després i acusant el que han estat aquests terribles vuit anys, els protagonistes del WASSUP!!! tornen per donar suport a Obama:



I per acabar, MC Yogi i una peça que he trobat molt agradable i centrada:



Res més. ¡Viva Obama!